20/3/06

La jonra o la vida... d'un muchachino extremeño

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Las gallinas, con las alas desplomás,
acurrucaban los güevos
sentás como señoronas
reguñendo con su ronco palramento,
com'un corro de veoras sabijondas
barruntando'l aguacero;
y los gallos, asustaos y confundíos
con el juerte crujío de los truenos
y la lus de los relámpagos,
jacían sus gorgoritos empinando los galgueros.

Las vacas en el cercao,
al cuidiao de los becerros,
mugían levantando las quejás
mirando recelosas pa los cielos;
y el gruñío de los guarros,
enreaos en su caraba con el eco del chiquero,
con un son descompasao
se mesclaba con el coro de ladríos de los perros.

El maullío de los gatos
refalaba po los caños que bajaban del alero;
en la cuadra, maneaos,
relinchaban coceando los tablones los jamelgos;
y la burra, acagazá,
dando rebusnos de mieo,
arqueaba los puntales del doblao
destirajando la soga qu'ajorcaba su pescuezo.

En las ramas recolgonas de los chopos d'un regacho,
con sus ojos encendíos, un mochuelo
rebuscaba en los güequinos más tupíos
un cachino de socuello;
y a la vera de l'alberca,
en su jaula de cañizos y de jierros,
s'encogían ajuntando sus jocicos nerviosinos
las conejas y conejos.

S'acercaba la tormenta descosía
escupiendo sus reondos goterones;
y porcima e los cabezos,
desafíando a la noche,
las culebrillas de fuego
esgarraban los negros nubarrones
restallando latigazos de relumbre,
luminando las laeras de los montes;
y la lluvia enrabietaba los regatos más resecos
convertíos en furiosos correntones.

Los cristales chorreando tiritaban
con el recio ronquío de los truenos;
y tiritaba tamién la Mari Ángeles
apretujando los puños contra'l pecho,
con los ojos deslumbraos tras la ventana
y los pies engurruñaos en el suelo.

Y temblaba aquella noche de verano
no de frío, ni de mieo;
había visto tormentones desataos
con más saña y con más genio,
y argún rayo con su lumbre mu afilá
achicharrando'l troncón d'un nisperero.

No era'l agua que caía a borbotones
anegando la senara y sus calveros,
no era'l rayo, ni el relámpago,
ni la recia garraspera de los truenos,
ni la furia de los vientos su inquietú,
ni el ladrío de los perros su desvelo;
no eran esos los resortes
de su juerte temblequeo;
eran dudas qu'en su caeza s'agitaban
dando güertas en la noria der celebro,
remordiendo sus entrañas
com'una loba jería por un cepo
ajuyando y endilgando dentallás
con ferós desasosiego.

S'había dao de bruces con su jonra
trompezando en un descuído del deseo,
en la era del cortijo,
a la lus de los luceros,
en la noche de la Fiesta de la Vigen
con el más guapo del pueblo.

Lo mesmito que la lluvia en los cristales, sus lágrimas
chorreaban por su cara refalándose pa'l suelo;
su jonra estaba manchá; y, con ella,
la de sus padres y agüelos;
y en su caeza se rumiaba l'amargura del aborto,
y su alma rebuscaba otro remedio.


No encontraba la salía,
ni un socuello pa su jondo desconsuelo.

De repente, unas voces en castúo
acallaron la ronquera de los truenos
y una lus mu branca y pura
luminaba de contino las negruras en el cielo;
y esas voces replicaban qu'en su vientre
se jormaba un extremeño
y cantaban cosas durces y mu tiernas
entonando con la letra d'estos versos:

"Casi es na y ya te siente,
entoavia no ice ni angó
y ya te palra,
no tié orejas y te oye,
y sabe que no le mientes;
sin ve na, él ya conoce
a la dueña d'ese vientre
que le custodia y abriga,
que l'engüerve y le defiende.
¡Eres su mejó amiga,
su madre, la más valiente!

Compartirá tus latíos,
tu risa y tus quejíos,
y tu sueño y tu desvelo,
tus llantos en el camino;
tós tus quehaceres diarios
esperando con anhelo
los nueve meses vencíos
d'este largo calendario.

Ya sabe qu'eres la jembra
qu'ha cultivao la siembra
dándole'l mejó cobijo;
y aguardará con pacencia
en el tálamo mullío
d'ese nío que l'engendra
el placé de ser tu hijo.

Sabe mu bien que le quieres
y qu'está bien protegío,
si tié ganas se retuerce
pa que tú lo sientas vivo
y te sonriyas y sueñes
teneglo pronto contigo.

Sabe que tú eres su madre
y que cuando vea la lus
s'enjugará en la durzura
de tu cara y tu figura
d'una jembra con coraje;
y que naide como tú
le pué dá mayó ternura."
.......................................

Ya va pa un año d'aquello
y com'un cachino e cielo,
con su boquina e piñón
rempujándole los pechos,
s'amamanta con los cholros del coraje
un muchachino extremeño.


Javier Feijóo
(Del mi libro: "¡Asina! Sentimientos en castuo")

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