6/12/08

"Verbo Extremeño": Ultimos ejemplares a la venta



“Verbo Extremeño”
Ediciones Carisma Libros:
carismalibros@hotmail.com
Precio: 7,40 euros
A la venta en las librerías de la región.
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Acto I: Escena 5ª:
LA NACENCIA
Fotografias: Juan Carlos Vidarte Rebollo
Fogramas (los dos últimos): Grabación en DVD de la mi Mari Angeles
Función en el Teatro López de Ayala, 4 de Octubre de 2008
(Tos los afotinos s'agrandan jincando la manina'l ratón porcima d'ellos)
... ...

SR. JUEZ (Presentando la escena)
...Como fruto de aquel matrimonio, un año más tarde nació el primer hijo. Nadie mejor que Juan, el pa
dre de la criatura, nos podría contar cómo se sucedieron los acontecimientos aquella noche para que, finalmente, “la nacencia” de su hijo se confirmara como ese gran milagro de la vida.
Yo, el Juez de la localidad, soy testigo de ese relato cuando, en ese momento, me encuentro en su casa felicitando a la familia por la buena nueva.

(En otra estancia de la casa Tío Perico se sirve un vaso de vino y se sienta en una de las cuatro sillas que rodean la mesa. El Sr. Juez le llama la atención desde la puerta)

SR. JUEZ:
¡Tío Perico! ¿Da usté su permiso?

TIO PERICO (poniéndose en pie):

¡Pasi usté p’alante don Francisco! ¿Que le trae por aquí?

SR. JUEZ:

¿Pos a qué viá vení? A dale la enhoragüena por ese nietino.

(El Sr. Juez y el Tío Perico se dan un efusivo abrazo. En ese momento entra Juan)

JUAN:
¡Hombre, Sr. Jues, usté por aquí!

SR. JUEZ:
Pos ya ves, a felicitales por la nacencia d’ese chiriveje... Por cierto, tiés que contame cómo jué la cosa, porque m’han dicho que la Juana Teresa tuvo que parí p’al campo sin ayúa de naide...

JUAN:
Pos si señó, asín jué la cosa. ¡Pero... siéntese y échese usté un vaso e vino!
Pos verá usté, esto es mu difícil de contalo, pero aquella tarde...

Bruñó los recios nubarrones pardos
la lus del sol que s´agachó en un cerro,
y las artas cogollas de los árboles
d´un coló de naranjas se tiñeron.
A bocanás el aire nos traía
los ruíos d´alla lejos
y el toque d´oración de las campanas
de l´iglesia del pueblo.
Ibamos dambos juntos, en la burra,
por el camino nuevo,
mi mujé mu malita,
suspirando y gimiendo.

Bandás de gorriatos montesinos
volaban, chirrïando por el cielo,
y volaban pa’l sol qu´en los canchales
daba relumbres d´espejuelos.

Los grillos y las ranas
cantaban a lo lejos,
y cantaban tamién los colorines
sobre las jaras y los brezos,
y roändo, roändo, de las sierras
llegaba el dolondón de los cencerros.

¡Qué tarde más bonita!
¡Qu´anochecer más güeno!
¡Qué tarde más alegre
si juéramos contentos!...

- No pué ser más -me ijo- vaite, vaite
con la burra pal pueblo,
y güérvete depriesa con l´agüela,
la comadre o el méico .

Y bajó de la burra poco a poco,
s´arrellenó en el suelo,

juntó las manos y miró p´arriba,
pa los bruñíos nubarrones recios.

¡Dirme, dejagla sola,
dejagla yo a ella sola com´un perro,
en metá de la jesa,
una legua del pueblo...
eso no! De la rama
d´arriba d´un guapero,
con sus ojos reondos
me miraba un mochuelo,
un mochuelo con ojos vedriaos
como los ojos de los muertos...

¡No tengo juerzas pa dejagla sola;
pero yo de qué sirvo si me queo!

La burra, que roía los tomillos
floridos del lindero
careaba las moscas con el rabo;
y dejaba el careo,
levantaba el jocico, me miraba
y seguía royendo.
¡Qué pensará la burra
si es que tienen las burras pensamientos!

Me juí junt´a mi Juana,
me jinqué de roíllas en el suelo,
jice po recordá las oraciones
que m´enseñaron cuando nuevo.
No tenía pacencia

p´hacé memoria de los rezos...

¡Quién podrá socorregla si me voy!
¡Quién va po la comadre si me queo!

Aturdio del tó gorví los ojos
pa los ojos reondos del mochuelo;
y aquellos ojos verdes,
tan grandes, tan abiertos,
qu´otras veces a mí me dieron risa,
hora me daban mieo.

¡Qué mirarán tan fijos
los ojos del mochuelo!

No cantaban las ranas,
los grillos no cantaban a lo lejos,
las bocanás del aire s´aplacaron,
s´asomaron la luna y el lucero,
no llegaba, roando, de las sierras
el dolondón de los cencerros...
¡Daba tanta quietú mucha congoja!
¡Daba yo no sé qué tanto silencio!

M´arrimé más pa ella;
l´abrasaba el aliento,
le temblaban las manos,
tiritaba su cuerpo...
y a la luz de la luna eran sus ojos
más grandes y más negros.


Yo sentí que los míos chorreaban
lagrimones de fuego.
Uno cayó roändo,
y, prendío d´un pelo,
en metá de su frente
se queó reluciendo.
¡Que bonita y que güena,
quién pudiera ser méico!

Señó, tú que lo sabes
lo mucho que la quiero.
Tú que sabes qu´estamos bien casaos,

Señó, tú qu´eres güeno;
tú que jaces que broten las simientes
qu´echamos en el suelo;
tú que jaces que granen las espigas,
cuando llega su tiempo;
tú que jaces que paran las ovejas,
sin comadres, ni méicos...
¿por qué, Señó, se va morí mi Juana,
con lo que yo la quiero,
siendo yo tan honrao
y siendo tú tan güeno?...

¡Ay! qué noche más larga
de tanto sufrimiento;
¡qué cosas pasarían
que decilas no pueo!
Jizo Dios un milagro;
¡no podía por menos!


SR. JUEZ
(Observando los gestos del abuelo):
¡Tío Perico! Me paece a mí que s’está usté emocionando una mijina.

TIO PERICO:
¿Una mijina na más? Pos no ve usté que me s’están sartando jasta las lágrimas. Si es qu’este Juan cuenta las cosas d’una jorma que uno no pué por menos qu’emocionase.
.

SR. JUEZ:
¡Güeno Juan, pos acotina y arremata la faena... ¿qué pasó endispués?

JUAN:

Toito lleno de tierra
le levanté del suelo,
le miré mu despacio, mu despacio,
con una miaja de respeto.
Era un hijo, ¡mi hijo!,
hijo de dambos, hijo nuestro...

Ella me le pedía
con los brazos abiertos,
¡Qué bonita qu´estaba
llorando y sonriyendo!
.
Venía clareando;
s´oían a lo lejos
las risotás de los pastores
y el dolondón de los cencerros.
Besé a la madre y le quité mi hijo;
salí con él corriendo,
y en un regacho d´agua clara
le lavé tó su cuerpo.
Me sentí más honrao,
más cristiano, más güeno,

bautizando a mi hijo como’l cura
bautiza los muchachos en el pueblo.

Tié que ser campusino,
tié que ser de los nuestros,
que por algo nació baj´una encina
del caminito nuevo.

Icen que la nacencia es una cosa
que miran los señores en el pueblo;
pos pa mí que mi hijo
la tié mejor que ellos,
que Dios jizo en presona con mi Juana
de comadre y de méico.

Asina que nació besó la tierra,
que, agraecía, se pegó a su cuerpo;
y jue la mesma luna
quien le pagó aquel beso...
¡Qué saben d´estas cosas
los señores aquellos!

Dos salimos del chozo,

tres golvimos al pueblo.
Jizo dios un milagro en el camino
¡no podía por menos!
.
(Juan, remata su relato rellenando los vasos de los tres contertulios y propone un brindis)

Asina que, si a ustedes les paece bien, propongo un brindis por la mi Juana y por el mi chiriveje, ese que ya mesmo lo amos a’scuchá jimplando pa que su madre l’arrime la teta.

SR JUEZ:
¡Pos usté, Tío Perico, lo que tié qu’arrimase es un moquero, que me paece a mí que se l’está refalando la baba!

TIO PERICO:
Si es que aquí lo malo es la inorancia,
la miseria,
el conformase con mucha probeza:
arando con yuntas,
guardando ganaos,
escuajando´n la jesa,
cavando canchales,
o, con el jocino en las rastrojeras;
y tó dende qu´el día clarea
jasta que s´ajuye’l sol
entremedio e las sierras,
na más pa ganá cuatro riales
y llegá sin chispita de juerza.

Pero a estos campusinos
y a estos labraores,
con agallas, con reaños, con coraje,
juertes como los jierros,
jonraos como naide,
argún día habrá poetas
que vengan a cantagles.

Y cantarán tamién a otras gentes
y a cosas d´esta tierra parda,
a sus quereles y rejolguetes,
a sus costumbres,
a sus penas y desgracias,

a los chirivejes y jabichuelinos,
a sus machos y jazañas,
a señorucus jolgacianes
y a gentes de vida rara;
arrebujando palabras
pa jormá componendas
y, endispués, colocalas
pa dales la juerza y l´entonación
cuando hay que leeglas.

Y ya m´imagino a mi nieto,
con esos ojos tan grandes
que no caben ni en su cara,
mirándome to asombrao
cuando a recitagle vaiga.

¡Juy, qué ganas tengo
de que mi nieto ya tenga concencia…
pa qué s´empape mu bien
de nuestra jabla extremeña!

(Se oye el llanto del niño en una habitación contigua)
.
JUAN:
¿Qué les estaba yo iciendo andenantes? Ya s’ha dispertao’l mocosino y ya quié teta el joío. Venga usté don Francisco si quié veglo, antes e qu´el cholro’l pezón rebose los bujerinos de las sus tragaeras.

SR. JUEZ:

¡Pos venga! ¡amos a vé al muchachino!
.
(Los tres salen en dirección a la habitación contigua mientras el Tío Perico hace comentarios vanagloriándose de su nieto)

TIO PERICO:
¡Ya verá usté qué nietino más salao tengo! ¡Es más bonito que un San Luis... …)
... ...

Enlace a You Yube (de la representación en Zafra, el 11/02/2008)
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