21/7/06

Con cara de...


CON CARA DE DON NADIE
(Sinopsis de una novela de pseudoficción)
No se reconocería ante el espejo. Ese habría sido el objetivo y el éxito de la primera fase de su plan alternativo. Lo habría logrado en una de sus clínicas particulares, donde la confidencialidad de los expertos en cirugía estética quedaría garantizada, porque el subterráneo edificio se autodestruiría misteriosamente, con toda la plantilla en su interior, en el preciso momento de su alta hospitalaria. Conseguiría escapar sano y salvo del férreo acoso de sus enemigos y se instalaría cómodamente en el corazón de sus verdugos, ostentando su nueva identidad, codeándose con quienes habrían provocado el derrocamiento de su régimen dictatorial.

De la estructura humana que habría sido hasta aquel momento, no quedarían reconocibles ni sus huellas dactilares, ni tan siquiera el color de sus ojos, ni el timbre de su voz. Pero su cerebro permanecería intacto. En él seguirían almacenados sus recuerdos y se mantendrían incólumes su ambición, su rencor y sus insaciables delirios de poder.

Nuevo rostro, nuevo nombre y apellidos, nuevo domicilio, usurpados a un don nadie sin familia, sin amigos, de quien él habría custodiado y renovado celosamente los documentos de identidad de su país natal. Un don nadie que habría vivido mimadamente cautivo durante muchos años en algún recóndito lugar paradisíaco, de donde únicamente habría salido, escrupulosamente custodiado, para firmar documentos en determinadas entidades financieras occidentales. Un don nadie, tal vez secuestrado mientras dormía acurrucado entre cajas de cartón en una boca de metro de alguna gran ciudad europea o americana. Un don nadie que nunca habría tenido conocimiento de que se había convertido en el titular de numerosos negocios con suculentos beneficios, sabiamente distribuidos por los incondicionales de quien ahora le robaría su vida, su apariencia y su identidad. Un don nadie que habría atesorado una colosal fortuna, ajeno a su condición de testaferro de un tirano dictador.

Y quizás varios años después, en algún país de altos niveles de analfabetismo y credos desfasados, los ejércitos aliados en pro de la libertad se verían forzados a asumir su dignísima responsabilidad de derramar sangre inocente por el bien de toda la humanidad, para derrocar a algún dictador. Tal vez a uno con cara de don nadie.

Porque quizás los dictadores, como la energía, nunca se destruyen, solo se transforman. Y a veces, obviando escepticismos, hasta podrían llegar a reencarnarse.
Javier Feijóo
Publicado en la Antología "El vuelo de la palabra"
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