El tiempo
Imparable, sin motor que le desplace,
al futuro se dirige presuroso,
sin demora, excitado, codicioso,
no fabrican cepo alguno que le cace.
No pretendan destruirlo, se rehace.
Es el ente más voraz y poderoso.
Si enterrarlo se pudiera en algún foso
en su antípoda verán como renace.
Con sus pasos marca el ritmo de la vida
como escrita en un minúsculo panfleto
y su vara de medir es nuestra dote.
Nuestra historia en su mesa está servida
con los versos del más rítmico soneto
donde somos un ridículo estrambote.
Javier Feijóo
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