27/9/06

Libro solidario: "Confidencias de un mostrador"

El libro que os presento a cotinuación:
"Confidencias de un mostrador"
destina los beneficios de su venta a la Asociación de Disminuidos Síquicos AIDIM, de Valencia de Alcántara (Cáceres).
"El callejero. Semblanzas de medio siglo" (año 2002), y, "Tres generaciones... Raíz y semilla" (año 2004), son los títulos de los dos libros anteriores de su autor, Paco Sánchez Otón, cuyos beneficios de venta también fueron desinteresadamente destinados a obras sociales de otras Organizaciones No Gubernamentales (ONGs).
En esta nueva obra del escritor Valenciano (o Valentino, según criterios) he tenido el honor de ser el prologuista, y la gran satisfacción de compartir con él los gratos momentos de su presentación en su pueblo natal el pasado día 18 de Agosto, donde tuve la suerte de conocer a los beneficiados de esta inmensa y fructífera obra social que es AIDIM.
Desde esta humilde página poética recomiendo su compra, para lo cual deberán cursar sus pedidos a las siguientes direcciones:
Por Correo Electrónico:
inesbravogilete@wanadoo.es
Por Fax al siguiente número: 927 58 05 55


























PRÓLOGO del libro (por Javier Feijóo):

“ ..el recuerdo es un paraíso del que no podemos ser expulsados...”. Con esta aseveración, cargada de íntima convicción y de no menos añoranza, Paco Sánchez Otón nos descubre en su introducción a este libro la fórmula mágica (y magistral) que utiliza para obtener el éxito que ya acompañó a sus dos obras anteriores: "El Callejero, semblanzas de medio siglo" y "Tres Generaciones, raíz y semilla"; un éxito que, a buen seguro, acompañará igualmente a este nuevo trabajo que hoy nos ofrece con la generosidad que le caracteriza, bajo el título: "Confidencias de un mostrador".

Y es con esa íntima convicción aludida anteriormente, con la que Paco Sánchez Otón asume el compromiso que, para con sus lectores, conlleva la publicación de esta obra. Aunque pueda sonar a tópico, todo nuevo libro es una ventana más abierta al mundo, desde donde el lector, demasiadas veces, se limita a observarlo a través de los ojos del autor. Sin embargo, no es este el caso que nos ocupa (a pesar de que gran parte de su contenido es de carácter autobiográfico, donde los sentimientos más íntimos afloran en cada párrafo), es este un libro donde el lector se identifica con las evocadoras imágenes en las que se recrea, aun no siendo natural de Valencia de Alcántara.

Antes de proseguir, es preceptivo recordar las palabras que Vicente Hipólito, refiriéndose al autor, incluyó en el prólogo de El Callejero: “...todo el mundo sabe que su pasión es el pueblo, que por él vive, por él respira...”. Y es en esta innegable realidad vital de Paco Sánchez Otón, en su Villa de Valencia de Alcántara, donde el lector debe posicionarse para iniciar la lectura de toda su obra, enmarcada en la “sencillez y espontaneidad” que Santiago Corchete Gonzalo ya resaltara y elogiara en el prólogo de Tres generaciones.

Yo no he tenido la suerte de coincidir con Paco en tantas ocasiones como habría deseado. Pero estoy convencido de que esa escasez de coincidencias se verá ampliamente compensada en un futuro. Y es que, cuando alguien que ha trabajado más de cuatro décadas detrás de un mostrador nos dice, con su perenne sonrisa en los labios y una humildad arrolladora, “a todos escuché y de todos aprendí”, merece mi amistad, aunque sólo sea egoístamente para adquirir de él todos sus conocimientos sobre el cotidiano deambular por esta ajetreada vida, donde, “mordiéndose la lengua”, ha sido testigo de la hipocresía y la falsedad que pulula entre cañas de cerveza servidas con más o menos espuma; y de la listeza de quienes con un solo corte de cuchillo conseguían comerse el jamón entero.

Algunos ingenuos creíamos que en sus dos libros anteriores, con sus textos y sus fotografías, Paco Sánchez Otón ya nos había abierto de par en par las puertas de Valencia de Alcántara y de su corazón, sin embargo, Confidencias de un mostrador nos viene a demostrar que el corazón tiene muchos recovecos, que siempre hay alguna trampilla por abrir, algún rincón de un baúl donde rebuscar datos, documentos gráficos o escritos, retazos de memoria, de vivencias al fin y al cabo, esquirlas de historia guardadas celosamente en latas de dulce de membrillo de “Puente Genil”, o bajo llave en un rincón de algún vetusto chinero junto a alguna botella de aguardiente de guinda, o tal vez casi olvidadas en alguna maleta de cartón que emigró reatada con soga de trenza hace ya muchos años a tierras lejanas.

Para mí, como amante de la cultura popular y defensor y divulgador del patrimonio lingüístico extremeño, ha supuesto una enorme satisfacción la lectura de este libro. En la ya comentada espontaneidad de su peculiar estilo narrativo, el autor ha conseguido ajustar, como si de un todo infracturable se tratase, la genuinidad del verbo extremeño, y, más concretamente, del vocabulario local rayano. De no haber usado esas “palabrinas” tan nuestras, tan del terruño, la historias que nos cuenta no serían más que un sucedáneo de aquella realidad vivida, hablada y oída; y, con toda probabilidad, todos sus lectores coincidiríamos al unísono diciendo que el amigo Paco nos habría “tangao en el inte”, aunque no llegásemos a ponernos como un “bejino” por semejante “chuminá”.

Paco Sánchez Otón hace gala en este libro de una memoria casi fotográfica. Detallando marcas y tipos de embalajes nos recuerda que en los comercios de mediados del siglo XX, como a buen seguro se hacía en el de su padre “El Pimentero”, los artículos de consumo se “arrejuntaban” a modo de “rebujina” de productos, donde podíamos encontrar entremezclados el Pedramol con las alubias, y la sosa y el carburo con el queso, la sal y el tocino. Y él, como buen comerciante y heredero de usos y costumbres, siguiendo la tradición familiar de aquel ordenado desorden de los comercios de la época, en este nuevo libro vuelve a “arrebujar” los sentimientos más íntimos de todo un pueblo. Un libro cargado de nostalgias que hoy comienza a dar sus primeros “pasinos” después de ser amamantado tras un mostrador durante más de cuarenta años.

Con envidiable sencillez, en comunión con una narrativa ágil, alegre, elocuente y arrebatadoramente evocadora de imágenes sugerentes, Paco Sánchez Otón, tras un arduo y concienzudo trabajo de recopilación de fotografías, folletos, carteles y todo tipo de documentos “arrebuscaos” en los rincones más recónditos de cada casa de la Villa y de tantas maletas allende las fronteras, nos transporta, cual mochilero de sentimientos encontrados, a épocas pasadas “en la férrea disciplina de La Raya”, a ese ambiente local, hogareño y entrañable, desde donde todo lo bien hecho con amor a la tierra de nacencia parte irremediable e inmediatamente hacia lo universal.

Confidencias de un mostrador no es sólo un libro de historias reales y anécdotas graciosas e ilustradas, yo me atrevo a decir, sin miedo alguno a equivocarme, que se trata de toda una enciclopedia didáctica donde las fechas y datos de carácter histórico y social se complementan con sutiles enseñanzas que comportan auténticas lecciones de humanidad, de civismo y, en definitiva, de respeto hacia todos aquellos valores éticos y morales que, generación a generación, han de seguir inculcándose como ese bien intangible e imprescindible para la convivencia sana y pacífica de todos los pueblos del mundo.

Si el famoso escritor Albert Camus decía que “es muy fácil obtener fama, pero es muy difícil merecerla”, con la presentación de Confidencias de un mostrador ya nadie podrá negar que un “prenda” llamado Paco Sánchez Otón habrá alcanzado la fama más que merecidamente.

En este libro se dice que “...en aquellas casas de pueblo y por aquellos tiempos los días amanecían muy temprano...”. Y yo estoy convencido de que para las personas como Paco esa hora sigue existiendo tal cual, la mejor para tomar un huevo batido con vino quina y coger fuerzas para volver a “arremangarse” y “enjaretar” un nuevo libro en el que, con toda certeza, volverá a sorprender a propios y extraños.

A la espera de que llegue ese momento, y entretanto las vacas sigan dando “el doble de leche los sábados que los domingos”, mi más juerte abrazo a Paco Sánchez Otón, “de un amigo que lo es”,

(Julio de 2006)
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