"Estudios sobre el Extremeño", de M. Ariza
Sin entrar en valoraciones, dadas mis carencias en materia filológica, sobre los elaborados trabajos de D. Manuel Ariza Viguera, recogidos en el Anejo del Anuario de Estudios Filológicos nº 28 bajo el título “Estudios sobre el Extremeño”, publicado por la Universidad de Extremadura (Servicio de Publicaciones, 2008), considero necesario comentar algunas de las afirmaciones que, al margen de la Filología, se encuentran en el libro.
En el Capítulo I, “El extremeño” (página 20) el Sr. Ariza dice: ”Uno de los hechos que me llamaron más la atención cuando fui a vivir a Cáceres fue la admiración que se tenía por dos escritores de segunda o tercera fila: Gabriel y Galán en Cáceres y Chamizo en Badajoz. Todos los niños aprendían –y supongo que siguen aprendiendo- poemas de estos autores en la escuela. La explicación es sencilla: por primera vez el dialecto adquiría prestigio puesto que se convertía en obra de arte. ¡Se podía hacer literatura en extremeño!”
¿No es, cuando menos, contradictorio decir que escritores de segunda o tercera fila tengan la capacidad de escribir una “obra de arte”? Esa catalogación de ambos escritores no puede ser entendida por la mayoría de los extremeños de nacencia sino como una apreciación subjetiva y gratuita del Sr. Ariza. Aunque, bien es cierto que más adelante (ya en el Capítulo 11, página 125, correspondiente a un trabajo posterior titulado “La lengua de Luis Chamizo”) rectifica admitiendo que no es de su competencia entrar en este tipo de valoraciones, suavizando, más acertadamente, su tajante opinión anterior: “…No es mi campo ni labor entrar en consideraciones valorativas de la calidad literaria de estos escritos, pero suelen ser autores de segunda o tercera fila.” Y, con ese “suelen”, ya deja entreabierta la puerta a posibles autores de primera fila, por donde bien pudieran pasar, entre otros, los mencionados Gabriel y Galán y Luis Chamizo.
En la misma página 20, dice el Sr. Ariza: “…no estoy criticando que se usen los dialectos de forma escrita. Me parece muy bien. Lo que es una aberración es defender que se debe escribir siempre en dialecto, elevando a norma escrita, es decir: culta, lo que es una variedad hablada dignísima.”
Independientemente de sus comentarios posteriores sobre la “Primera Gramática Extremeña” de Pablo Gonzálvez (página 21, ampliados en las páginas 54 y siguientes), a los que da pie con ese párrafo, en esta opinión del Sr. Ariza, el esnobismo, no exento de contradicción, es más que evidente. Porque, según mi humilde opinión, un dialecto no puede ser digno de ser hablado siempre y, al mismo tiempo, indigno de ser escrito siempre, reduciendo su escritura sólo a determinadas circunstancias, sin que, además, el autor de esa afirmación especifique en cuales circunstancias se debe escribir y en cuales no. Por tanto, si un dialecto puede usarse siempre sin desdoro alguno en su forma de expresión oral, no ha de ser una aberración el intentar establecer normas para su escritura. Sí lo es, y en eso coincido, la publicación de una Gramática que se autodenomina “Extremeña”, sin el previo consenso general de todos los extremeños entendidos en la materia; aunque, en cualquier caso, el empeño y el esfuerzo del Sr. Gonzálvez por establecer criterios no deje de ser loable.
Y en el mismo Capítulo I (página 29) el Sr. Ariza dice: “Se denomina cahtúo al extremeño literario. Este arranca de fines del siglo XIX cuando un maestro salmantino, afincado en el norte de Cáceres, Gabriel y Galán, escribe una serie de poesías en dialecto extremeño.”
Como bien sabe el Sr. Ariza, Luis Chamizo fue el primero en utilizar el vocablo “castúo”, con posterioridad al fallecimiento de Gabriel y Galán; pero en ningún pasaje de su obra lo identifica el poeta de Guareña con la denominación de ‘variedad dialectal extremeña’, no ya sólo literaria, sino tampoco como una acepción de las formas de expresión oral de los extremeños. La concisa aseveración del Sr. Ariza: “Se denomina cahtúo al extremeño literario”, se podría considerar, por escueta, desacertada; porque, si bien es cierto que con el tiempo, y por mera sinergia con la popularidad del vocablo, los extremeños, mayoritariamente (aunque con reticencias en Cáceres), lo hayamos ido asociando a la denominación de “dialecto extremeño” (pero tanto hablado como escrito), no podemos obviar el significado que primigeniamente le otorga Chamizo al vocablo “castúo” en el contexto de su obra. A modo de ejemplo, los siguientes versos no tendrían sentido bajo la denominación del Sr. Ariza: “…en la pas d´un viví lleno e trabajos / y al doló d´un viví lleno e miserias; / ¡el miajón que llevamos los extremeños literarios / por bajo e la corteza!...”
No obstante, siempre es de agradecer que alguien venido de tierras ajenas a Extremadura dedique su tiempo y sus conocimientos filológicos al estudio de nuestras peculiaridades lingüísticas, y, aún más, cuando en la Nota Preliminar de sus Estudios comienza diciendo: “De mis años en Extremadura guardo un recuerdo imborrable. Amo a sus tierras y a sus gentes...”
Javier Feijóo.-
En el Capítulo I, “El extremeño” (página 20) el Sr. Ariza dice: ”Uno de los hechos que me llamaron más la atención cuando fui a vivir a Cáceres fue la admiración que se tenía por dos escritores de segunda o tercera fila: Gabriel y Galán en Cáceres y Chamizo en Badajoz. Todos los niños aprendían –y supongo que siguen aprendiendo- poemas de estos autores en la escuela. La explicación es sencilla: por primera vez el dialecto adquiría prestigio puesto que se convertía en obra de arte. ¡Se podía hacer literatura en extremeño!”
¿No es, cuando menos, contradictorio decir que escritores de segunda o tercera fila tengan la capacidad de escribir una “obra de arte”? Esa catalogación de ambos escritores no puede ser entendida por la mayoría de los extremeños de nacencia sino como una apreciación subjetiva y gratuita del Sr. Ariza. Aunque, bien es cierto que más adelante (ya en el Capítulo 11, página 125, correspondiente a un trabajo posterior titulado “La lengua de Luis Chamizo”) rectifica admitiendo que no es de su competencia entrar en este tipo de valoraciones, suavizando, más acertadamente, su tajante opinión anterior: “…No es mi campo ni labor entrar en consideraciones valorativas de la calidad literaria de estos escritos, pero suelen ser autores de segunda o tercera fila.” Y, con ese “suelen”, ya deja entreabierta la puerta a posibles autores de primera fila, por donde bien pudieran pasar, entre otros, los mencionados Gabriel y Galán y Luis Chamizo.
En la misma página 20, dice el Sr. Ariza: “…no estoy criticando que se usen los dialectos de forma escrita. Me parece muy bien. Lo que es una aberración es defender que se debe escribir siempre en dialecto, elevando a norma escrita, es decir: culta, lo que es una variedad hablada dignísima.”
Independientemente de sus comentarios posteriores sobre la “Primera Gramática Extremeña” de Pablo Gonzálvez (página 21, ampliados en las páginas 54 y siguientes), a los que da pie con ese párrafo, en esta opinión del Sr. Ariza, el esnobismo, no exento de contradicción, es más que evidente. Porque, según mi humilde opinión, un dialecto no puede ser digno de ser hablado siempre y, al mismo tiempo, indigno de ser escrito siempre, reduciendo su escritura sólo a determinadas circunstancias, sin que, además, el autor de esa afirmación especifique en cuales circunstancias se debe escribir y en cuales no. Por tanto, si un dialecto puede usarse siempre sin desdoro alguno en su forma de expresión oral, no ha de ser una aberración el intentar establecer normas para su escritura. Sí lo es, y en eso coincido, la publicación de una Gramática que se autodenomina “Extremeña”, sin el previo consenso general de todos los extremeños entendidos en la materia; aunque, en cualquier caso, el empeño y el esfuerzo del Sr. Gonzálvez por establecer criterios no deje de ser loable.
Y en el mismo Capítulo I (página 29) el Sr. Ariza dice: “Se denomina cahtúo al extremeño literario. Este arranca de fines del siglo XIX cuando un maestro salmantino, afincado en el norte de Cáceres, Gabriel y Galán, escribe una serie de poesías en dialecto extremeño.”
Como bien sabe el Sr. Ariza, Luis Chamizo fue el primero en utilizar el vocablo “castúo”, con posterioridad al fallecimiento de Gabriel y Galán; pero en ningún pasaje de su obra lo identifica el poeta de Guareña con la denominación de ‘variedad dialectal extremeña’, no ya sólo literaria, sino tampoco como una acepción de las formas de expresión oral de los extremeños. La concisa aseveración del Sr. Ariza: “Se denomina cahtúo al extremeño literario”, se podría considerar, por escueta, desacertada; porque, si bien es cierto que con el tiempo, y por mera sinergia con la popularidad del vocablo, los extremeños, mayoritariamente (aunque con reticencias en Cáceres), lo hayamos ido asociando a la denominación de “dialecto extremeño” (pero tanto hablado como escrito), no podemos obviar el significado que primigeniamente le otorga Chamizo al vocablo “castúo” en el contexto de su obra. A modo de ejemplo, los siguientes versos no tendrían sentido bajo la denominación del Sr. Ariza: “…en la pas d´un viví lleno e trabajos / y al doló d´un viví lleno e miserias; / ¡el miajón que llevamos los extremeños literarios / por bajo e la corteza!...”
No obstante, siempre es de agradecer que alguien venido de tierras ajenas a Extremadura dedique su tiempo y sus conocimientos filológicos al estudio de nuestras peculiaridades lingüísticas, y, aún más, cuando en la Nota Preliminar de sus Estudios comienza diciendo: “De mis años en Extremadura guardo un recuerdo imborrable. Amo a sus tierras y a sus gentes...”
Javier Feijóo.-
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